Series: A dos metros bajo tierra

FICHA:
Creador: Alan Ball
País: Estados Unidos
Intérpretes: Peter Krause, Michael C. Hall, Frances Conroy, Claire Simone, Rachel Grifiths, Federico Díaz
Duración: 5 temporadas; 63 capítulos de 60 minutos
Emisión en España: Canal Plus Series
Público adecuado: +18 (XDV)
Calificación: 3/5
Mi vida desde un ataúd
Hombres fuera de serie de Brett Martin es posiblemente uno de los libros que mejor explica los pilares de la tercera edad de oro de la televisión que ahora mismo vivimos. Básicamente el libro incide en que, aunque parezca contradictorio, las mejores series son de un solo autor. Aunque casi nadie escribe y dirige todos los episodios de una ficción, siempre hay un creador fundacional que en el episodio piloto deja su huella imborrable en la producción. Luego la serie caminará más o menos lejos, pero seguirá un rumbo fijo vigilado muy de cerca por David Chase (Los Soprano), Aaron Sorkin (El ala oeste de la Casa Blanca), Mathew Weiner (Mad Men), Vince Guilligan (Breaking Bad) o Julien Fellowes (Downton Abbey).
A sus 58 años el norteamericano Allan Ball goza de un gran prestigio gracias al Oscar y Globo de Oro que logró por el guión de American Beauty (1999), y el Emmy que obtuvo en 2002 por A dos metros bajo tierra. De 2008 a 2014 creó la truculenta e hipersexualizada serie True Blood que tuvo 7 temporadas y 80 capítulos.
La vida de Alan Ball tiene que ver mucho con su vida. Es una persona amante de la literatura, especialmente del teatro, un escéptico pesimista en toda regla con excentricidades como tener una auténtica fauna voladora en su casa (algo que tiene verdaderamente indignado a su vecino: Quentin Tarantino. Es homosexual y uno de los grandes portavoces del lobby gay en Estados Unidos.
A dos metros bajo tierra sigue transmitiéndose en canales de todo el mundo (en España Canal Plus Series entre otros). La premisa argumental es original. Tras la muerte del padre de una familia claramente disfuncional, sus 3 hijos y su esposa se hacen cargo del negocio familiar: una empresa funeraria. La serie gira en torno al progresivo conocimiento de sí mismo de cada uno de los complejos y algo tarados personajes. Toneladas de humor negro, diálogos brillantes, giros ingeniosos y una impulsividad sexual verdaderamente obsesiva.
Cada capítulo comienza con una muerte accidental que refleja el absurdo de una vida que se pierde en el momento más insospechado. Así como sucedía en American Beauty, el diagnóstico del hombre superficial y existencialmente perdido que es certero y moderno, muy bien escrito y planificado. El problema es que la evolución de los personajes de Alan Ball tiene muy poco recorrido, limitados por su egocentrismo y sus epidérmicas relaciones afectivas. Nadie es feliz en esta serie de la HBO en que el punto de vista es tan ácido como parcial. Es difícil encontrar un rasgo de bondad generosa, algo de trascendencia en cada uno de los conflictos, y esto hace que la serie se vaya hundiendo lentamente en un ataúd tan elegante como claustrofóbico.
Firma: Claudio Sánchez